lunes, 18 de febrero de 2013

Sócrates



HAN regresado los topos, la tierra vuelve a removerse hacia el cielo. Piso los montículos y aplano la serenidad. Hay poetas que son topos y topos poetas. Ridículos e insignificantes.

Cada día que pasa amo más la literatura pero odio todo lo que la rodea, incluidos los circuitos venecianos y la diferencia que existe entre el atlántico, el cantábrico y el mediterráneo.

Todo es mentira, no hay nada verdadero, ni siquiera nosotros existimos sin dejar de ser. Nos empeñamos en seguir siendo nadie y morimos con ello, con la propia impresión que nunca nos digiere.

Discuto a menudo con Cicerón. Los topos no son seres virtuosos, los poetas tampoco. Me ha regalado un pato. Le he puesto de nombre Sócrates y le encanta pasearse en el columpio de la encina. Por la noche debo esconder a Sócrates en la casa de la izquierda, aquella que linda con la carretera. Evito que los animales le den su dosis de cicuta.

Inventamos el mundo cada mañana, lo imaginamos y lo contamos con toda clase de definiciones erróneas. Aquello que observamos no es cierto, tampoco cuanto leemos.

Ya no guardo silencio. Soporto todo lo que contiene amor y lo expulso como hacen los topos con la tierra. Siempre para arriba, cerca del cielo.

Contemplo a A. Sonríe cada vez que discuto con Sócrates. Cicerón le ha tomado cariño al niño. Como un poeta topo intenta inculcarle la virtud. Sócrates desde el columpio susurra: Todo es mentira.



© De la fotografía de Sócrates: Jasamaphoto.