Las guías de viaje en este tiempo
son buena compañía. No para leerlas, sino para contemplar las fotos que en ellas
aparecen con mejor o peor resolución. Los días de confinamiento hablamos menos,
pero contemplamos más. Dice Luri en su libro Sobre el arte de leer que
es necesario hablar bien para leer bien. Y he recordado el párrafo del capítulo
5 de la segunda parte de El Quijote: “Mirad, Sancho —replicó Teresa—,
después que os hicistes miembro de caballero andante, habláis de tan rodeada
manera, que no hay quien os entienda”.
Contemplar es la primera fase de
nuestra meta. Contemplar y no ver, hay gran diferencia. La segunda fase es
atender. Después de la contemplación (o en ella) la atención hay que ejercitarla.
Por último, entender. No se alcanza el entendimiento sin atención, tampoco sin
contemplación.
Gran parte de la cultura actual
está carente de contemplación, de atención y de entendimiento. Y aunque se
ausente uno solo de esos aspectos, la cultura pierde su esencia, o lo que es lo
mismo, deja de ser cultura.
La sociedad estaba inmersa en dar
importancia a cuestiones de segunda, de tercera y hasta de cuarta categoría,
asuntos que estaban fuera de su propio contexto, incluso que, por sí, nunca
eran contextos. Pero cuando el problema entra por las puertas de nuestros
templos, y hace daño, entonces cambiamos, o intentamos hacerlo.
Un error actual es que ese cambio
nos hace más introvertidos. Y hay que tener en cuenta que seremos realmente
libres cuando dejemos de fijarnos en nosotros y lo hagamos con los demás y por
los demás. Contemplar, atender y entender.
El silencio
es contemplar, es atender y es entender.