miércoles, 25 de marzo de 2020

Día 11



Las guías de viaje en este tiempo son buena compañía. No para leerlas, sino para contemplar las fotos que en ellas aparecen con mejor o peor resolución. Los días de confinamiento hablamos menos, pero contemplamos más. Dice Luri en su libro Sobre el arte de leer que es necesario hablar bien para leer bien. Y he recordado el párrafo del capítulo 5 de la segunda parte de El Quijote: “Mirad, Sancho —replicó Teresa—, después que os hicistes miembro de caballero andante, habláis de tan rodeada manera, que no hay quien os entienda”.
Contemplar es la primera fase de nuestra meta. Contemplar y no ver, hay gran diferencia. La segunda fase es atender. Después de la contemplación (o en ella) la atención hay que ejercitarla. Por último, entender. No se alcanza el entendimiento sin atención, tampoco sin contemplación.
Gran parte de la cultura actual está carente de contemplación, de atención y de entendimiento. Y aunque se ausente uno solo de esos aspectos, la cultura pierde su esencia, o lo que es lo mismo, deja de ser cultura.
La sociedad estaba inmersa en dar importancia a cuestiones de segunda, de tercera y hasta de cuarta categoría, asuntos que estaban fuera de su propio contexto, incluso que, por sí, nunca eran contextos. Pero cuando el problema entra por las puertas de nuestros templos, y hace daño, entonces cambiamos, o intentamos hacerlo.
Un error actual es que ese cambio nos hace más introvertidos. Y hay que tener en cuenta que seremos realmente libres cuando dejemos de fijarnos en nosotros y lo hagamos con los demás y por los demás. Contemplar, atender y entender.
El silencio es contemplar, es atender y es entender.