lunes, 16 de marzo de 2020

Día 2



Dicen que en los momentos difíciles cada cual se refugia en aquello que le llena. Recuerdo el Evangelio de Felipe: “Las palabras con que nombramos las realidades terrestres engendran una ilusión, desvían al corazón de lo que es real hacia lo que no es real”. Y en el mismo evangelio apócrifo se puede leer: “Todas las palabras que escuchamos en el mundo están ahí para decepcionarnos”. La verdad se nos oculta, suele ocurrir siempre. Pero los que dicen llenarse de algo se engañan.
El ruido del lunes sigue siendo ruido. Pero es un lunes diferente, como si el golpe del viento en la persiana hubiera inundado de pesimismo nuestras vidas, nuestras ilusiones. Nos hemos contagiado todos, lo hemos hecho de amargura, de impotencia, de irresponsabilidad. Queremos culpar a alguien, pero no sabemos qué significa la palabra culpa. Tal vez unos se llenen de esa culpa y otros lo hagan del silencio.
Los buenos momentos son un bien escaso, y de duración muy limitada. Haces balance. Intentas fingir. Intentas leer. El vecino sigue empeñado en destruir la concordia, la consonancia. Es una forma de asesinar el equilibrio, y sin equilibrio no existe la armonía, habita la desproporción.
Nunca me han gustado ni las banderas ni los aplausos, pero somos animales domésticos, y ahora vivimos en jaulas, esperando la llegada de la primavera para saborear la luz.
El silencio es nuestra conciencia, pero también es nuestra confianza.