Los ángeles han dejado de llorar,
los ángeles han dejado de aplaudir en la puerta del templo. No aplauden los
ángeles. Solo los ángeles. La imposición es un error, la exigencia es una
imposición. El acto de libertad no está en el aplauso, radica en su manifestación
de libertad.
Se habla ya de que en un futuro
no muy lejano tendremos un mundo más solidario, o que nacerá un nuevo
humanismo, o incluso dicen que saldremos de la caverna. Pero nada de eso es
cierto. Desconocemos el presente, imaginamos el futuro.
Antes de la descripción de “La peste
de Atenas” (1138-1286), Lucrecio en su obra De rerum natura, nos acerca
a las epidemias (1090), y leyendo a Lucrecio comprobamos muchas
similitudes con el tiempo actual, con la confinación, con la pandemia, con la
sensación de vacío y soledad, con la cercanía o la ausencia de los ángeles, con
los templos, con la libertad.
Los pájaros vuelan a su antojo,
con gracilidad, se entrecruzan en sus movimientos sin aglomeraciones de
materia. Su vuelo derrama el esplendor sin vacío, en diferentes direcciones. Es
nuestra naturaleza protectora. La solidaridad es un ejercicio de libertad. El
humanismo es una corriente de aire. Hay que tener muy claro que queremos o
debemos salir de la caverna, tal vez en ella las sombras sean nuestra única
esperanza.
El silencio es invocación y es
alabanza.