martes, 10 de diciembre de 2013

Dolor y origen




El origen provoca dolor. Nuestra primera vida no se recuerda salvo un juicio final que quedará grabado en un lugar del cielo. Si se cumplen todos los objetivos se procede a la multiplicidad. Si, en cambio, la representación nunca alcanza al pensamiento, recordarás un misterio imperfecto que no pasa inadvertido y al que acudes cuando contemplas la belleza de la misma naturaleza.

La imagen de la claridad es sabiduría. Se manifiesta con señales, círculos luminosos: una vela que posee la mala fortuna de la admiración, esa imagen radiante en un poema que nada tiene de extraordinario, el verso que es fiel modelo y copia de lo semejante.

Volvemos al origen. El juicio interior es negación, nada depende de la opinión ajena.

La poesía sustenta a la multitud. La poesía es opinión que no contradice. No es teoría, ni oposición. El movimiento de las manos nos hace envejecer, cambiar de vida, sensaciones, maneras de educar. Inmovilizo la creación en el misterio. Doy ese sorbo de amor que no recordarás.

Quién iba a decir que el imposible alcance la verdad. ¿Indolente? Impresiones, solo son impresiones o cómo deseen llamarse.  El origen necesita movimiento, alejar la prohibición de nuestras vidas y llamar a todos los hombres. Ruego a la poesía que permanezca, aunque sea como fantasma. Que siga siendo real y verdadera, artífice de la suprema belleza, el origen del mundo, aunque cause dolor.

El dolor es la expresión de la pasión, de la acción, de la esencia, del tiempo. El dolor nos hace grandes, verdaderos.