La realidad verdadera existe pero no es visible a todos. La gran mayoría
debe conformarse con lo que puede observar y en base a ello actúan y viven.
Pero la realidad real, aquella que se refleja en el espejo de marco
marrón, es muy diferente. Es naturaleza, silencio y soledad, bondad infinita e
indolencia.
Toco el marco del espejo. Hace mucho frío. He dejado la chimenea
apagada y las ventanas permanecen abiertas. El humo del cigarro se confunde con
el vaho de la respiración. Siento un dolor inmenso en los muslos, en la
espalda, en la cabeza. Pero sigo sonriendo, lo hago mientras un rabilargo se
posa en el hombro.
Vuelan los pájaros en diciembre. Los observo. También corren las
hormigas por las losas y las arañas hacen lo propio en el césped. Agarro el
tronco de la encina más débil y canto una antigua canción. Caen las bellotas
sobre mi cabeza.
Ladra un perro. El sonido se va acercando a casa. Es un perro real. La
verdadera realidad nos atrapa, como lo hace el sol a mediodía. Solo ocurre en
diciembre.