Siempre me gustó la calle Habana durante la noche. Las farolas en las
fachadas, las macetas, el ladrillo y la piedra que inundan los espacios, el
silencio y la muchedumbre que se dan la mano bajo un arco.
He comprado dos velas. Una roja y otra beige. Dicen que una huele a
rosas y la otra a vainilla.
Descubro la mejor forma de colocar los libros para que las estanterías
vivan repletas. Los objetos en el aire. Todas las cosas dependen de sí mismo.
En el fondo somos un poco Cicerón.
Hay autores fiables y otros (los innumerables) sin juicio. Elogiar y
divulgar lo banal debilita nuestra fortaleza. Las mejores palabras se guardan
para lo perverso. Si el cerdo grita va camino del matadero.
Pero como Epicuro decía que debemos ser felices, lo somos. Cuando
tenemos hambre buscamos el alimento en las mismas obras de siempre, si tenemos
la necesidad de observar encendemos las velas. Las plantan aromáticas hacen al
hombre feliz.
Prefiero una rama de mirto o de romero a un libro de poemas de un no poeta.
El honor en pedir es gracia en solicitar. Por ello muero. La no poesía es suplicio y es tortura.