miércoles, 25 de diciembre de 2013

Más sobre Adonáis




Hoy me han regalado un ejemplar de las memorias de El Vivillo, de 1911. Su estado de conservación es excelente. Joaquín Camargo Gómez, El Vivillo, en la foto que acompaña a la obra recuerda a un mexicano valiente y suntuoso.

A pesar que los siniestros se hayan hecho pajas mentales y físicas, mutuamente, por sus culpas o sus admiraciones –lo mismo da-, y hayan defendido, y justificado, e ignorado la realidad más evidente, lo de Adonáis es real y verdadero, por decir Adonáis, podría ser cualquier otro galardón.

Todo esto me ha servido para descubrir que hay una serie de ignorantes escondidos entre la mansedumbre. Nunca fueron amistades, solo planificaban los intereses en base a la ignorancia, la suya propia. Desean el triunfo en vida por encima de la mediocridad. Esos seres que proyectan sus acciones al éxito a base de visitas al circo de los gladiadores y desean, por encima de todo, los aplausos del público más patético.

Digo a Diego que sigo soplando velas en su honor y en el de María. Leo solo a Nietzsche. El calor humano es lo único que importa, el calorcillo humano. El salón huele a gloria y la sensación de velocidad la he aparcado en el porche, junto al nido de rabilargos. Hay ocasiones en las que amanso a los animales, a los seres a los que la naturaleza otorga esas señales.

El mundo es extenso, inmenso. No se conforma con la mente hueca y limitada de unos cuantos patéticos. Soplo las velas, las que huelen a canela, a lavanda, a mirto e hierbabuena.

Lo imposible sería tu forma de besar que es invencible. Todo lo demás es mentira. La moral incorrupta, un hacer diario y permanente en soledad y silencio.

Hasta que entiendan, si es que desean o puedan hacerlo, no dejen la preselección del premio en manos de alguien que prometió que nada iba a cambiar, lo dijo hace muchos años. Es como vencer a la rabia, que es invencible, no deben olvidarlo.

El salón está desordenado. Los libros de Juan Ramón y de Parra andan por el suelo. Leopardi, Mariscal y Rosales ocupan un espacio. Lo demás no importa, es nada. ¿Para qué hablar de ello si es nada? ¡Menéndez eres un gilipollas! Lo dice Joaquín Camargo Gómez, El Vivillo.