A la hora de definir la poesía de un autor se intenta establecer una
comparación entre lo preferible y lo exquisito, o lo que es lo mismo, entre lo
que perciben los sentidos y su extremada belleza.
La existencia es la doctrina de la vida, de la poesía, procedemos de
la tierra y acudimos a ella. Hemos atiborrado la literatura de experiencia pero
sin valentía. La pobreza ha resultado clarísima. Existía un horizonte independiente
y real ajeno a la experiencia, una luz que ha seguido siendo, que nunca se ha
marchado. Una vida feliz que coincidía con la realidad y la naturaleza. Esa
esencia es la luz.
El poeta grande y noble camina en el caos verdadero. No se da por
vencido ajeno al mundo y a la opinión. Confunde las impresiones con las
expresiones, las tormentas con la libertad, el laberinto con el espejo. Pero a
la autoridad siempre denomina histeriagrafía.
Eso es la actitud.
Lo más estimable no son los aspectos de la vida, es la doctrina de la
palabra.
La dignidad de vida es la armonía consecuente, el placer y el deber,
la reputación y la norma.