Existe en el caos un poder que no observamos. Algunos lo llamamos facultad. La naturaleza no manifiesta los
fenómenos sensibles. Hay que aceptar las razones opuestas para llegar al
centro. La poesía es dolor pero también es esperanza. La poesía verdadera es
dogma, el punto capital que observa lo sensible para comprender lo inteligible.
Un gusano come la hoja de una lechuga verde. Va dejando orificios,
circulitos pequeños que mantienen su integridad, serenidad y no turban las
decisiones ni las prioridades. Cada círculo es una facultad. Cada círculo es un
poema. Los círculos se expresan con un discurso de pasión, con la misma
sugestión de la naturaleza.
La poesía verdadera no presume, ni posee agitaciones. Como los
agujeros de la hoja de la lechuga permanecen intactos, sin prioridades, sin
tiempo.
La poesía indiferente es fantasía, el falso equilibrio de la
discrepancia. No la desechan los hombres, lo hace el tiempo.
La hoja de lechuga es alimento, los no poetas la miran tanto y la manosean que se acaba pudriendo ante
su vista. La dejan morir en una falsa naturaleza.
La poesía verdadera nunca presume, guarda silencio entre las otras
hojas de lechuga, aquellas que no serán sensibles.