De la poesía actual, dicen que alguna es buena, otras malas y el resto
indiferente. Es buena aquella que posee armonía y equilibro entre la ética y la
estética. Es buena la poesía humilde, la justa y fuerte, la que existe y habita
el centro indudable.
La mala es la evidente. Y el último grupo es el que no despierta interés
ni afecto, lo indeterminado no justifica su propia existencia.
Tomó café con Crisipo, le acompañan Zenón y Diógenes.
Los errores de la sociedad sobre las cuestiones poéticas no
benefician, llevan a juicios falsos, provocan vicios, la diferencia entre ese
valor calculado (y premeditado) y el real se aleja del auténtico caos.
Por más que digan que el fin justifica los medios, es una falsedad.
Son los medios, alimentados por el caos ordenado, aquellos que logran el fin último.
Y esa poesía indiferente de hoy recibe galardones y premios, reseñas
en los suplementos culturales, el afecto equívoco de una sociedad que ha dejado
de entender de poesía. Sin caos nadie participa de ninguna manera. Sin caos
nunca dejaremos de ser para poder ser. Sin caos afirmamos aquello que no será
verdad.
Crisipo tiene frío. Le he llevado una manta. El movimiento no estaba
previsto y ha llegado al infinito. Lo necesario de las cosas naturales siempre
será materia, el resto es poesía indiferente.