martes, 21 de junio de 2011

Treinta y cuatro



Todo cuanto es obra nuestra depende de nosotros: la palabra, el verso, los poemas. Todo lo que no depende de nosotros, aquello que no es obra nuestra, nos viene impuesto y hemos de aceptarlo o discutirlo. Disponemos de la libertad de elección, del compromiso de preferir unos bienes a otros, un libro por ejemplo.

Nuestras lecturas, si son instruidas, apenas generarán deseo. En cambio si extiendes la mano producirás riqueza lírica.

Debes ser un digno convidado, un invitado al banquete del arte, una sombra que se hace más grande que el cuerpo en las noches de insomnio.

Yo suelo equivocarme en casi todo. Me pierdo fácilmente y no busco la salida, prefiero permanecer en el silencio sin desesperación. Nunca digo lo que dicen los otros.

Mis manos siguen vacías, no dependen de mí. ¿Dónde estará ese verso? Extiendo hasta el brazo para no ser un sofista, pero no viene, me ha dejado.

La contradicción es la esencia del acto. Lo decía Octavio Paz. ¡Qué cercano! Lo toco, lo mareo, lo acaricio. Es la lucha de contrarios. Lo que depende y lo que no depende de nosotros. Pero el arte es sabio y sobre todo es arte. Me comprende.