viernes, 17 de junio de 2011

Treinta y tres



Ahora lo veo distinto. Tengo matices en el alma, en el centro del alma. Por más que Satanás me visite a la hora de la siesta se encontrará al poeta leyendo, trabajando o haciendo las obligaciones propias del acto de los tercos. ¿Sincero? Digo que no a los miedos y los aparto, hoy es un día malo. Te he mirado los ojos y me han dicho adiós. Iba a querer en multitud de idiomas, pero no me has dejado. Lo has olvidado. Los matices se ocultan en el fondo de una sustancia simple.

Hace calor. A esta hora de la noche los grados se esconden en la espuma del sueño. No debería escribir. Escucho a Cristián con la mano en la mejilla. Las palabras son interminables. Hay vida, hay JRJ. Es curioso lo que uno aprende de otros continentes. Raúl Zurita sigue empeñado en decir que no hay poesía española contemporánea. Y, en parte, tiene razón Zurita. Va por buen camino.

Me preguntas por García Montero. Un primer libro prometedor que ni él mismo fue consciente de su creación y nada más. Me preguntas por Gamoneda. Antonio es como el Benedetti español. ¿Te gusta Mario? Y respondes tan negativamente como el amor de los simples (sin sustancia).

Hoy es un día gris. Intento descifrarte a Colinas y su poesía, menciono los ojos de Claudio y hablas de Panero. Nadie es perfecto querido Cristián, nadie es el bueno, el malo o la nostalgia. El día gris se acrecienta. Me suena todo grande. ¿Lo has olvidado? El peso de este plomo del cielo aplasta mi cabeza. Un dolor tan intenso como purificante.

Con Carmelo he hablado de todo y de nada. De lo que me interesa en realidad: el hombre, la persona, la vida. Dejamos la literatura, la edición, la poesía. La basura de los necios. Comentamos a los pelotas, con nombres y apellidos, que circulan por la geografía psíquica de España. Gusanos literarios. Te hablan porque editas, no conocen a los seres ya que ellos no son humanos. La persona, el hombre, un ser humano eterno es siempre lo primero. Y la amistad por encima de las cosas. Coincidimos en no acudir a actos literarios ni sociales (la sociedad no es nada, en Tubinga ni le hizo falta a Hölderlin).

De vez en cuando, debo reconocerlo, me hago un poco el tonto, y dejo que me hablen y me miren, hasta permito que descubran matices. ¿Quién eres? ¿Te llamas Pessoa o Cavafis? No pierdas este tiempo, me estás robando el mundo y no lo quiero. Lo has olvidado. El gris de la noche se hace amarillo. La bombilla del cuarto atrae a los insectos. A los pelotas sin lírica. Ahora lo veo distinto. Nunca juego a hacerme daño.