sábado, 4 de junio de 2011

Veintiuno



El ordenador debe tener la batería en mal estado. Para trabajar tengo que conectarlo a la corriente, desenchufado apenas dura tiempo. No me gusta alternar, me entretengo mejor continuamente. Entre el título que ahora dispongo y la letra pequeña de la cajetilla de tabaco tengo bastante. Bastante suele ser mucho. Casi un beso. Ni soy ordinario ni preciso.

Me han regalado una antología de poesía última. Fechada en 2006 es casi última. He descubierto tres corrientes alternas (nunca continuas). Una primera bella y bien escrita, pero vacía de angustia. Si te agarras a los versos nunca darán calambre. Son los de siempre con otros nombres más jóvenes. Amantes de sus maestros desconocen la verdadera y auténtica poesía. Todos escriben igual. Me recuerdan a otros. Ganarán algún premio, publicarán sus libros, pero en cuarenta (no he dicho cincuenta) años dejarán en herencia sus papeles.

En segundo lugar aparecen los que nunca deben estar. Por un motivo estrictamente circunstancial han acabado ahí. Algunos ya han dejado los poemas, incluso los han cambiado por la tarjeta eficaz del desempleo. De estos no hay que decir nada. Son un relleno que el pobre editor tuvo que pagar para engordar un libro de varios cientos de páginas.

Los últimos son los post, los modernos, los de la cosmo, los que tienen en la mesilla de noche el bote de nocilla y el cuchillo (para untar se entiende).

Hace muchos años también existían los atrevidos. En la biblioteca de la Dante, en el rectorado, una vez irrumpieron unos jóvenes muy modernos y entregaron a los allí presentes unos versos ideológicos en folios de colores. Esperaban que fuésemos bastantes y éramos muchos, simplemente. Seguimos estudiando. Era un examen de historia antigua.

El autor de la antología ha olvidado en la bibliografía obras que existen, pero se ha limitado (se limitó en 2006) a caer en esa triste ideología (que ya es historia antigua). Lo que no fuera Renacimiento, cuarenta principales, diputación provincial, no lo contempló.

Como labor, trabajo, examen de conciencia, está bien. Pero una antología de poesía que se olvida de la verdadera poesía siempre es bastante.

El ordenador me está haciendo un extraño. Debo reinicializar el alma un poco. Estos equipos modernos poseen alma, tienen hasta memoria. Lo recuerdo todo de aquellos años, hasta cuando no estaba. Las menciones cariñosas en los números de esa revista, esas palabras de agrado en los encuentros. Ahora con Chile tengo bastante, que es una eternidad y de las buenas. Lo demás ni es eterno mientras dura, ni permanece mucho que nunca será bastante.