Es curioso que Sócrates creyera
desde un primer momento en su juicio, incluso no se preparó. Nos lo indica
Jenofonte. Creía que era el mejor momento para morir. Escribe Jenofonte: “Los
jueces le hubieran absuelto con facilidad solo con que hubiese hecho lo mismo
con una conducta más mesurada”. Sócrates era un genio, aunque se había ido
ganando una gran hostilidad, como indica Nietzsche: “numerosos enemigos
personales, padres indignados por sus hijos y muchas calumnias”.
Llueve. El cielo se llena de calumnias
y la tierra de hostilidad. Regresa el frío como un enemigo permanente. Decía
Heráclito “la mayoría vive como si tuviera una inteligencia particular”. Y repito
“la mayoría vive sin inteligencia particular”.
Si alguien nos da a elegir entre una
gran paca de trigo o un buen bloque de oro, ¿qué haríamos? Los burros elegirían
la paca. Sin duda. Sócrates eligió su muerte.
El
silencio es el descubrimiento de la muerte, la gloria de estar despierto.