Los naranjos enseñan desde arriba
sus hojas verdes más claras. Aún son pequeñas, pero ya son contemporáneas.
Vivimos un pasado simultáneo, coetáneo de un tiempo que pierde su propio lenguaje.
Nuestras voces son ecos, meras ideas, los cursos de un poema que nunca
terminará de escribirse.
Con un libro entre las manos
sigue naciendo la emoción, los símbolos de la amistad, el resurgir de nuestra
voluntad que estaba medio muerta, sigue naciendo el agradecimiento.
El silencio es la infancia y la
adolescencia de la que acabamos de salir.