Cuentan los testimonios que los
efesios pidieron a Heráclito que estableciera las leyes, pero él rehusó alegando
que la ciudad ya estaba regida por un mal gobierno. Heráclito se retiró al
templo de Artemisa a jugar a los dados con los jóvenes. Cuando los efesios se
le acercaron les dijo: ¿De qué os asombráis, desdichados? ¿No es mejor hacer
esto que dedicarse a la política con vosotros? Después se convirtió en un
misántropo, y se retiró a la montaña.
El mal gobierno y la
responsabilidad. O la responsabilidad de un gobierno, de solo un gobierno, o de
todos.
Esta guerra es de todos los
gobiernos, el mundo está inmerso en una situación desconocida, pero no por ello
ausente de responsabilidades. Lo desconocido era una pandemia, algo que otras
generaciones vivieron hace décadas. Y salieron adelante, la sociedad cambio por
unos años, pero la deslealtad, la codicia y el cinismo llevó a la sociedad a regresar
a sus orígenes, a creer que todo es controlable. La realidad nos indica lo
contrario. Nada es controlable, ni siquiera la nada.
Desde hace meses trabajo en un
encargo, junto a un filósofo, sobre la cultura. Hoy hemos comentado que hay que
ampliar el término y dirigirnos hacia la sociedad, hacia la globalidad, e incluir
en ello a la cultura. Estas cosas que han cambiado en las últimas semanas, y ahora
que somos conscientes de ese cambio, es preciso tenerlas muy presentes.
Imaginemos que vivimos otra guerra, y esta vez no es una pandemia, sería el
apagón global, todo el mundo se queda por un tiempo indeterminado sin energía.
Qué simple y qué situación. Imagínenlo por un instante. Un apagón global que nos
oscurece. Miles, millones de muertos. Un gran apagón social.
El mundo está regido por malos
gobiernos.
La armonía invisible vale más que
la visible. Lo dijo Heráclito.
El
silencio es el viento en el mar, una gran lluvia.