CICERÓN sigue empeñado en
encontrar las cosas que les faltan a las personas para ser más felices. Tanto
Bruto como los aquí presentes le aconsejamos que deje de aplacar el alma, que
permita el caos y el albedrío. Que la desigualdad suele ser efectiva, al igual
que el desconcierto.
Pero el de Arpino es cabezón como
él solo. Discrepo. Le invito a visitar el confuso
laberinto y a que descarte a cuantos se denominen amigos. La realidad es un
término presente y el pasado no existe, dejó de ser.
Me angustian los males, el dolor y
el desencanto. Abandono Madrid y me despido del pasado. Aquello que dejó de ser
es ahora distante. Aparto la apariencia y busco la razón. También en la opinión
se encuentra la pobreza, y el absoluto es una adversidad, como pretender ser
feliz una noche de diciembre.
Dirijo mi vida hacia el desorden,
el caos común como alimento que tanto anhelo. Camino hacia la poesía en
silencio y soledad, al sacrificio que consigue el único placer. Amo cada día
más a Platón, es un sabio nobilísimo. Me he acostumbrado a su voz que nunca
beneficia, ejercita.
Y así ni soy feliz, ni moral, ni
valioso. Abraza la impresión, la necedad es la mejor virtud de los no poetas.