AMO a Propercio. Si tuviera que decidir entre
una estrella y una nube elegiría el sendero seguro, los fuegos mágicos, el
endecasílabo, la caída de la tarde y el pueblo recóndito. No me darán noticia
de tu muerte si no vienes conmigo. Y aguantaré fuerte todas las noches de
amargura y tus consejos.
Me he cansado de depender de
aquello que causa un dolor profundo. Amo el cuerpo extraño por sus propios
méritos, nunca por su presencia radiante. Visito los valles solitarios y canto,
suelo cantar con las manos en los bolsillos.
En las orillas de los padres
naceremos de nuevo, es bastante belleza la propia modestia. Y acaricio con la
dulzura de un niño cada parte de tu cuerpo. Amo a Propercio. Sueño con Febo y
sus poemas.
He olvidado las ostentaciones.
Ahora solo muestro la palma de la mano a aquellos que me quieren: a Ana, a
María, a Nacho, a Elisa, a Manu, a Jorge, a Natalia… Aquellos que se acercan a
la luz de la luna y se reflejan en el espejo por la ventana del baño.
Mi cama no es ofensa, nunca
poseerá lágrimas, ni hilos. Tampoco vendrá el mar al hombre ingrato.
Se gasta la vela, aquella que
huele a canela y naranja. Se consume torcidamente
y la cera se ha dejado caer en el libro de Rosales. Ha encendido la casa, ha
humillado el amor de Luis a María.
Amo a Propercio. Ni mi sensibilidad se aviene a un verso
enérgico. Lo dice él.