jueves, 3 de enero de 2013

Un verso enérgico



AMO a Propercio. Si tuviera que decidir entre una estrella y una nube elegiría el sendero seguro, los fuegos mágicos, el endecasílabo, la caída de la tarde y el pueblo recóndito. No me darán noticia de tu muerte si no vienes conmigo. Y aguantaré fuerte todas las noches de amargura y tus consejos.

Me he cansado de depender de aquello que causa un dolor profundo. Amo el cuerpo extraño por sus propios méritos, nunca por su presencia radiante. Visito los valles solitarios y canto, suelo cantar con las manos en los bolsillos.

En las orillas de los padres naceremos de nuevo, es bastante belleza la propia modestia. Y acaricio con la dulzura de un niño cada parte de tu cuerpo. Amo a Propercio. Sueño con Febo y sus poemas.

He olvidado las ostentaciones. Ahora solo muestro la palma de la mano a aquellos que me quieren: a Ana, a María, a Nacho, a Elisa, a Manu, a Jorge, a Natalia… Aquellos que se acercan a la luz de la luna y se reflejan en el espejo por la ventana del baño.

Mi cama no es ofensa, nunca poseerá lágrimas, ni hilos. Tampoco vendrá el mar al hombre ingrato.

Se gasta la vela, aquella que huele a canela y naranja. Se consume torcidamente y la cera se ha dejado caer en el libro de Rosales. Ha encendido la casa, ha humillado el amor de Luis a María.

Amo a Propercio. Ni mi sensibilidad se aviene a un verso enérgico. Lo dice él.