sábado, 12 de enero de 2013

Los pechos celestiales



NO aparece el capítulo treinta y tres de Fábula en la obra. No figura. Lo llevo buscando mucho tiempo y no doy con él. Acudo al árbol de dios para hacer la consulta y la comadreja indica que Fábula en sí contiene el capítulo íntegro.

Han llamado al telefonillo. Una voz de mujer se manifiesta. Estoy contemplando una nube oscura, casi morada. La nube se traslada muy lentamente. La voz, a través del comunicador, insiste pero no le doy paso. Oscurece, es tarde para atender a una voz, aunque sea de mujer.

El mejor día de la vida de un hombre siempre ocurre en diciembre. Me levanto del banco de la Villa Borghese en dirección a Piazza del Popolo. Descubrí una cafetería en Flaminio donde el capuccino era muy barato. La camarera que lo servía se manifestaba con pechos celestiales, pero el café era bueno.

El mejor día de la vida de un poeta es una luz siniestra que te indica el camino, confunde el silencio con la soledad y el laberinto con el espejo. Llené el equipaje de cuadernos marrones en el regreso a España. Nacho traía recambios de cuerdas de su guitarra eléctrica. Han vuelto a llamar a casa. Es de noche y he cortado la electricidad, así evito el timbre sonoro.

Luzbel sigue llamando a la puerta, y el humo, y el amor. También el tabaco y las sombras.

El mejor día en la vida del ser es estar, y seguir siendo, hacer lo que te plazca con simpleza. ¿Dónde estará la noche? Me basta su recuerdo.