NO hay ausencia de paz, hay energía. Me oculto
de todos y de todo. Prefiero la soledad al desencanto y ya no concedo ni un rato
a los intrépidos. ¿Para qué debo hablar? ¿Hay algún motivo que determine las
cuestiones primarias? Dudo de todo lo que escribo y de todo lo que hago. Cada
actuación pasa por el loquero y por
la cabeza de Pérez Galdós.
Eso es la incertidumbre, la
indiferencia o la templanza. He dejado de saber cosas de vos, las promesas han
quedado en el cajón con la ira. La nostalgia viaja con la veracidad.
Dudar de sí es magnífico, lo dijo
Juan Ramón, y Rilke, hasta Leopardi culminó con indeterminación aquello que
creaba. Sigo con la querencia. Desde 1983 viene conmigo puesta, y con Nacho y
su cámara (¿o era su guitarra la que hacía las fotos?).
La pena, el aire, las razones. Es
tarde. He comenzado a destruir la entrada al laberinto. Pido permiso a Luzbel
para subir y me concede una hora al día. En ese tiempo arranco plantas aromáticas
y voy destruyendo el pilón.
Apenas quedan libros ni cuadernos
marrones. Todos ardieron en la chimenea junto a la leña de dios.
Preparo el viaje, papeleos e
historias que determinan una vida. Elijo los bastones que llevaré a Hispanoamérica.
Serán apoyos íntegros. Serán como un cuadro inacabado cargado de óleo. Un
cuaderno marrón que arde en el infierno.
No hay centro, ni nubes, ni
pájaros. Se han marchado todos. Solo destruyo la entrada a la vida. He expulsado
a los poetas de la puerta y he colgado un letrero:
NO QUEDA NADA
TODO ES MENTIRA