LO acreditado es deuda. Y duda. Complacer a
los seres efímeros y tántricos que vuelven del abismo con la piel en los labios,
es digno de recuerdo, tal vez de un recorrido.
Y así se hizo ver. Volvemos a lo
mismo, esa es la historia: memorias, paseos, insinuaciones. Deja ya de luchar
con la esperanza, aquello que no es ni será justo ni útil. Y nunca existirá por
el aliento, el alimento, el cuerpo ineficaz, la luz de la verdad. La dicha.
Sé de tantas cosas que no deseo
complaceros, ni a vuestros hemiciclos. Hay días que soy incapaz de llegar hasta
el círculo cerrado. Si supieras de Platón y sus diálogos, entonces nada podría
decir.
Que yo te vi primero. Sé de cosas,
de muchas cosas. Pero Platón no es único, es primordial y es exquisito.
Entre Fedón y Menexeno queda
siempre el segundo. La realidad es verdadera y la ilusión es óptica, banal. Se
ha caído el mundo al suelo. No voy a levantarlo. Ahora no.
El centro indudable posee su
naturaleza en el dictamen de las leyes, en lo justo y legal, en lo sincero. Es
la esencia de Fábula. Este origen
adquiere un carácter zetético, en la
contemplación hallaremos el centro indudable, solo en la mirada. El beneficio
de nuestro conocimiento se encontrará allí. No existe nada más allá. Y aunque
todo es mentira y nada es lo que parecer ser, la contemplación dirige al hombre
a su centro, a su naturaleza, nunca mística ni mítica, solo verdadera.
A una isla desierta me llevaría un
espejo, construiría un laberinto y plantaría muchas encinas de las que no veré los
frutos. El fruto es la naturaleza del centro, aquello que nunca podrás descubrir
con tu mirada. Pero debes seguir contemplando, en silencio y soledad. Lo demás
es mentira.