LA naturaleza de la poesía
radica en su propia esencia, es una confabulación de sintonías, equilibrios,
coincidencias premeditadas. La armonía es el caos que organiza y sostiene.
En la rama. Echo fuera los
desvíos que no dejan concebir. Mediante el razonamiento busco el hilo que
separa lo sensible de lo inteligible, pero nunca encuentro nada. Las hormigas
ya saben que estoy en la rama y pasan de largo por otra. Evitan ser
alimento, gratificación.
Llego a ser esclavo de la
propia poesía, me interrogan las nubes y las estrellas. Retórica, solo es
retórica. Ante las preguntas guardo silencio y agacho la cabeza entre las alas.
La razón de la palabra nunca será divagación, ni vanidad, ni orden.
Amo el caos. Odio el pasado.
El pasado no es realidad, es ignorancia e indefinición. Para
comprometerte en la poesía debes guardar la ética y la estética, la humildad es
el principio de la entrega personal.
Muevo la cabeza para ser
descriptivo, observador, fabricante de imágenes reales de la naturaleza.
Una nube ha pasado de largo
esta tarde. No detuvo su paso ante los girasoles. La nube era la ignorancia,
creer por encima de la propia virtud, creer en la mentira que nunca será
ajena.