LAS hormigas suben por las
ramas y se adentran en la casita blanca. Las arañas acompañan. El humilde
gorrión se alimenta con el pico pero no consigue detenerlas a todas. Hay versos
que se escapan por el interés y el prendimiento.
El rabilargo y la tórtola
turca han destrozado el suelo de la casita blanca y debo arreglarlo. El peso,
siempre es el peso. Si acumulas poemas de los últimos años, en un inmenso saco,
destrozarás el suelo de la casa. Las hormigas pasarán de largo, las arañas, en
su tela, desaparecen. Apenas hay poesía, aunque los que se creen sabios repitan
nombres y apellidos de seres siniestros y efímeros. Equiparables, sus versos
son equivalentes. Las formas clásicas se ensucian en el suelo de la casita
blanca. Chispa, energía, vida, ética y estética. ¿No es suficiente?
El piso de la casita blanca
es horizontal como la poesía de los siniestros. Toda es igual, no logra
levantarte de la silla. La construcción no es arte, es arquitectura,
arquitectura sin artefactos. Y la poesía es esencia, no es decencia.
Y la risa, ¿dónde dejan la
risa? La compostura es honestidad y modestia. Dignidad. ¿Dónde dejan la
dignidad?