Dejo de admirar las bellotas
en el suelo. Siguen corriendo las hormigas por el filo que separa la tierra de
la losa. Buscan un alimento como el frío, una intención. Desde arriba los
insectos aparecen minúsculos.
Cuando somos pequeños nos
traen y llevan de un lugar a otro, empujan nuestra vida mientras vamos tumbados
o sentados. Después elegimos la esencia o la pureza, la vanagloria o el
descrédito. Si se acerca el final de nuestra vida volvemos a sentarnos, otra
vez nos llevan. Dependemos del acto de la misericordia ajena para ser
accesibles.
Y da igual quien haga
presión en nuestro cuerpo, las estirpes existen y todas se relacionan en el
centro de la misma unidad: el orden de la razón. Observaba a una sudamericana
llevando a una anciana en silla de ruedas. La señora ha vuelto a nacer. De muy
joven sus padres movían el carrito con su cuerpo.
La comprensión es
inteligencia. Si la poesía es trascendente percibirá la realidad, sin, en cambio,
es impetuosa dejará de mover las articulaciones.
Imágenes, fantasías,
verdades, sucesos sin explicación que a la vista de los seres humanos quedan en
nada. Sigo observando las hormigas, sus actos, mueven a sus seres heridos y los
ocultan de la vista del peligro. ¿Alimento o socorro? Una intención, tan solo
es un designio.