He cambiado el concepto
sobre la poesía española contemporánea. Miro las líneas de las manos y hablo
con el indolente número 13. Ahora recibo muchos originales inéditos. De
aquellos que dicen llamarse poetas y publican en Hiperión, en Visor, en
Pre-Textos, en Renacimiento, de los mismos que han conseguido galardones de
primera magnitud.
Sus obras merecen el
reconocimiento de una crítica en la que no creo, de una universidad viciada por
el odio a Wert y sin puñetera idea de poesía (son filólogos), y de unas
revistas y suplementos que tan solo reseñan aquello que se paga bien para
mantener las páginas. Lo que figura en las páginas personales y en las
bitácoras no me interesa, es partidismo.
Leo con calma, pausadamente,
y encuentro vacío, ausencia de vida. Corrección formal (como si hubieran estudiado
en la misma escuela), citas interminables, y un interés que resulta incapaz de
levantarte de la silla con muletas.
He cambiado el concepto de
la poesía española contemporánea. Aquellos que merecen la pena y crean en
silencio y soledad andan repartidos por una geografía originaria. El resto no
me interesa. Lo curioso es que nunca lo ha hecho.
Sin poesía, sin filología,
sin vida. El ultramundo existe. Se llama vacío. Y no llena ni las piedras.
Aunque se apelliden o llamen. El hueco del humo es sombra, sombra siniestra.