jueves, 24 de octubre de 2013

El vocabulario de la utilidad




El indolente número 13 ama el Gorgias de Platón. Lo lee y lo relee y, cuando intento descansar, comienza a lanzar juegos retóricos provocados en sus visitas invisibles.

A los indolentes nadie los observa, pasan desapercibidos entre los mortales y entre los siniestros. Estos últimos solo sienten una extraña y fría presencia, pero desconocen que los indolentes los observan y los escuchan.

Hoy el indolente número 13 me transmitía en su lenguaje su estancia en la casa del jefe de los siniestros, el de las gafas de pasta oscura. Hablaba por teléfono con otro no poeta siniestro y le decía:

-      De siniestro a siniestro, para hacer tu reseña he tenido que hurgar. Para poner unos versos de tu último libro de poemas he precisado de las virtudes cardinales.

Un pájaro se ha posado en la ventana. Don Nicanor tiene en su mano la copa de Cabernet Sauvignon. Ese poeta famoso de apellido dual y con libros gordos y grandes pasará a la historia por su biblioteca. Solo por su legajo, nunca por su poesía. Y él lo sabe. Comienza a comprenderlo. Aprovecha los bolos para capturar los últimos recursos y para hacerse notar, para dejarse ver.

Enseño a mirar las líneas de las manos. Lo hago con el vocabulario de la utilidad, lo aprendí de Cleantes.

Solo las obras son correctas en la virtud, lo demás es no poesía siniestra.