La muchedumbre nunca posee
la esencia. En los actos repletos de personajes turbios, donde todo es mentira,
lo invariable se disipa, no fluye la armonía
Dicen que las multitudes
recogen tan solo las migajas de la literatura y a veces ni eso. Y los
indolentes dicen bien.
El futuro no existe. Al
igual que el pasado, no son ni están, ya han dejado de ser o aún no han sido.
La experiencia no se halla,
es pasado. Lo que podría haber sido es lo que es, presente.
Los acontecimientos
socio-culturales siempre son ajenos a la literatura. Fueron pasado. Nunca existieron.
La celebración verdadera la otorgaba solo Claudio Rodríguez, ahora la puede
realizar cualquiera, arropado por la basura que asiente y malgasta la verdad
entre los falsos árboles.
Aquel que no tiene ni
idea de la poesía contemporánea y que se enorgullece del fracaso, del vacío, de
la mentira (aunque posea premios y publique en editoriales de tres al cuarto),
ese es pasado. El pasado no existe, al igual que el futuro.
Y su presente no lo llenan
ni siquiera las palabras vacías. Ni los gorriones ni las abejas. Un puñado de
ineptos a las puertas de un acto y el más tonto pregunta:
¿Es bonito, verdad?