Esta mañana los gatos han
bailado a mi lado. El negro, el de la cara sucia, ha rozado la cola con la
pierna y he sentido un prudente escalofrío.
Platón consideraba que todas
las cosas nacen de sus contrarios. Y entre ellos existe un doble proceso
generativo que posibilita el paso de uno a otro. Así entre un agasajo y una
ofensa se encuentra la alabanza y la humillación.
Para que exista la poesía
deben estar presentes los contrarios relacionados entre sí por el deseo y la
verdad, por la razón de la palabra auténtica.
No te quedes con aquello que
no te pertenece. Los siniestros no poseen el doble proceso y eliminan aquel que
nunca les conviene.
El indolente número 88,
aquel que murió a manos de otros indolentes, indicó en su agonía: Aléjate de los siniestros. Y lo cierto
es que eliminé el rastro de todos aquellos que eran incapaces de aceptar la
dualidad en el alma, en la propia alma. Busca lo correcto, nunca lo
conveniente. Lo conveniente es mundano, erróneo.
¿Los signos de violencia del
indolente número 88 eran realmente manifestaciones de odio o de repugnancia de
sí mismo?
Nunca existirán dos
opiniones iguales en poesía. Lo que para unos es alabable en otros resulta
chocante o incorrecto. ¿Dónde radica el punto medio? En la armonía, en la
calibración de la justicia y en la propia humildad.
Los indolentes que atacaron
al número 88 no dieron tiempo a la defensa, ni a la palabra. La simple
expresión de la mirada hizo desaparecer el cuerpo diminuto de un indolente que
venía con prisas y misterios.
He preguntado a Saúl, en
diversas ocasiones, por este hecho concreto. Se limita a leer a Aristóteles y a
defender la filología. Hoy Saúl tiene la cara sucia.