Los ojos de los siniestros
nunca se difuminan, ni se encogen sus voces ante la presencia de la poesía
auténtica. Ellos gritan, venden el humo negro, lo falso y lo imposible.
Teodoro y Teeteto nos
aguardan a las puertas del Pórtico del Rey. Sócrates camina muy despacio, Platón
me acompaña. La poesía es humildad en su sentido más pleno. La poesía es el
abrazo que deja puestas las manos. La poesía es la palabra de un niño
indolente.
Por encima de dios están los versos, pero muy por
encima la palabra. El mejor criterio no es la ley, es la verdad. Los siniestros
nunca se miran las líneas de las manos, los no
poetas aspiran a obedecer a sí mismos. Las líneas nos confunden, nos
enseñan el caos que es armonía, la dualidad sincera, el equilibrio. Las líneas
de las manos son la vida, la palabra y el verbo.
No busques el cambio,
encuentra la indolencia, el género supremo. La poesía es presente, solo
presente.
Buscamos en todas partes lo
infinito y no encontramos sino cosas. Novalis y Parménides
asustan a los siniestros. La verdad siempre vence al engaño.