La estirpe nos precede, la estirpe nos acoge, la estirpe nos convierte
en indolentes. Hay personas inmensas que utilizan la palabra como
bienaventuranzas. Hay críticos, los famosos suelen ser bipolares. En privado
agonizan y se desnudan al prójimo, ajenos a la mediocridad. En público difieren
de la esencia y caen en las garras de la incultura, de la no poesía, del ser siniestro que les convierte en indeseables.
La diferencia entre público y privado es la bipolaridad. Arde la
chimenea. Hoy he sudado un jugo blanco y lírico, era la humedad. El vaso con
hielo suelta unas gotas transparentes.
La bipolaridad no es transparente, es funesta y aciaga. Dispone de dos
caras: el polo positivo y el eje de rotación. El primero es celeste, el segundo
es malintencionado.
La lucidez de un verso radica en la palabra, en la luz de la noche que
visita la estancia, la sonrisa del niño que no deja dormir, el humo del cigarro
que nunca es negro, es azul.
He recogido mirto, lo he arrojado a la llama. Su olor es
independencia, verdad, cabello rubio. La crítica en España es bipolar.