sábado, 2 de noviembre de 2013

El vuelo




Y volé. Sobre la cama y cansado volaba. Creo que será mejor marcharme lejos, muy lejos. Insólito y valiente, un trapecista en ejercicio que se vuelve trovador. Soy un idiota, siempre he sido un idiota. He creído en la poesía y la poesía al final se guarda en un cajón muy grande. La poesía es nostalgia, es ira, es un dolor que agobia.

Los indolentes mostraban su lado más humano, mi matiz saltaba de un lugar a otro buscando los desvíos. Ruido de pájaros y vida, una flor que amanece y otra que se pisa en el amor.

Estaba acostado pero volaba, salía de la habitación estando en ella. Miraba las estrellas, las nubes, los poemas, el color del cielo. Volaba. Pero también veía las puertas del armario marrón, la ventana hasta el suelo, la mosca que seguía molestando y el cojín junto a la almohada.

Salía y estaba, permanecía. He recortado la barba para evitar complejidades. Miro a la izquierda y escucho el despertador, a la derecha el canto de los pájaros. Las ratas se comen las bellotas que caen al suelo. Lo que te robé siempre sigue ahí.

Una verdad que se ciñe a los anticiclones, a los sistemas de bajas presiones. Lo que hemos pasado. Vuelo. ¡Vuelo! Llamo a Saúl y no aparece. Me arrastro por el suelo, quiero vivir pero muero.

Lo que hemos pasado es ausencia de luz. Vuelo. Muevo las alas. Agarro el corazón y hablo con Rilke. Mágico, trágico, enérgico, la puta realidad. Dialéctico. Odio a Sevilla, vivo en el sueño pero sigo volando.

¡Lo que hemos pasado! Por perderte dejé de existir, no dejé de volar. La vida es mejor con palabras de suerte.