No creo en los prólogos, no deben hacerse. Prefiero los epílogos. Si
el libro es bueno el epílogo se leerá con deseo y placer. En cambio si el libro
es pésimo, nunca llegaremos al epílogo.
Todos los prólogos que he leído en libros hablan bien de la obra. Sería
conveniente que los prólogos digan la verdad y sean objetivos. Imaginen por un
momento que reciben o adquieren un libro donde en el prólogo se indica: “No se
le ocurra leer este libro, es lamentable”. Hay que agradecer al prologuista su
sinceridad y ahorramos una pérdida importante de tiempo.
Un libro malo no lo justifica un prólogo injustificable. Regocíjate
del epílogo si el libro es decente.
Una de las misiones de los indolentes en el planeta es preparar a los
sensibles en sus otras vidas. Ninguna vida posterior acontece en la misma
tierra. Todas se desarrollan en universos diferentes.
Otra de sus misiones es enseñarnos el amor, el respeto al prójimo, la
presencia de ideologías, pensamientos, tendencias. Todo merece el respeto. Todo
menos la no poesía de los siniestros.
Mi dios no es el Dios de
los falsos. Mi dios es la Belleza, el
Amor, la Poesía. La resucitación y la reencarnación. Amo lo espiritual y
auténtico, odio lo material y no sensible. Desecho la religión del hombre limitada
por la ausencia de ideas puras, de la magia, del confuso laberinto, de la pura realidad en silencio.
Hay un incendio en el alma, un incendio dialogante y en perpetua
construcción.
La vida es una canción que nos arrastra, que nos sigue arrastrando
hacia la mansedumbre.