La realidad es divisible. Se ejecuta en los números. Cada parte es
igual y es diferente, como la suma de todos los indolentes que pasean por la
playa o se adentran en el laberinto. Observo firmemente las cosas, la naturaleza,
todo es orden del mundo, todo es proximidad.
La realidad está en continuo movimiento. Cada elemento precisa de otro
para ser verdadero. La existencia es divisible y es limitada. Sin los números
la esencia permanece escondida en el pensamiento ajeno. El fin es la
aproximación, el desconcierto, el caos, las palabras que no aparecen en el
diccionario.
Las sombras dejan huellas, razón y veracidad. Los siniestros nunca
serán inteligentes, ellos confunden lo primario y lo opuesto, la dificultad y
la demostración, lo consciente y lo significativo.
Tarda el hielo en derretirse. Los opuestos sí son sensibles. Su
numeración es una convicción auténtica. Prevalece lo mágico en el caos, el
desorden, en las nueve piedras y en los dos anillos. La azotea, la puñetera azotea vuelve a
aparecerse. Es un pasaje que gobierna el mundo. Es una coincidencia. Un periodo
de la vida que recuerda a Loreto.