Hay una estirpe que es esencia y es palabra. Cada día el verso se
transforma, se hace más humano, más verdadero, más simple. Pero lo apacible es
bello, la complicación es la mosca que vuela despavorida en invierno.
Hoy la verdad se vuelve sintonía. También los ignorantes acuden a Juan
Ramón. Leo, solo leo. Incapaz de descifrar la estirpe fijo la mirada en la
llama de la vela que se mueve en el ambiente.
Lo simple, con ética y estética, es verdadero. Los discípulos de los escritores
inertes son la cera que se extingue.
El calor limpia el cristal de la chimenea. El fuego es anaranjado. Desprende
una pasión que deja de amar la poesía no verdadera, aquella que es compleja,
aquella que juega con la palabra por el hecho de usarla y no vivirla.
¿Qué has querido decir? ¿Qué pretendes? La vida es muerte nada más, y
el fuego arde.
He completado el cenicero, he derretido el hielo del vaso. Las
telarañas rondan por los jarrones con plantas secas y espigas de trigo. No
esperes la palabra, ni la destruyas. Un libro de poemas extenso no es un
artilugio, es un experimento. Con la palabra no se juega.
Sigue la mosca rondando la oreja izquierda. Muevo la cabeza mientras
intento descifrar la estirpe. Y no debo
hacerlo, la estirpe está presente pero no la observamos.