domingo, 17 de noviembre de 2013

Tratado de la humildad poética




Los meses que Saúl marchó sin propósitos mantuvimos una correspondencia similar a aquella que en los años ochenta propuse a Guadalupe Grande, siempre unidireccional.

Saúl enviaba en sus cartas notas sobre el libro Tratado de la humildad poética. Cuanto indicaba lo anotaba en los márgenes y llegó un instante que los márgenes contenían más información que el propio texto. Eso suele ocurrir en los buenos libros, en los que nunca abandonas y acompañan de un lugar a otro.

El amor al prójimo y el respeto fundamentan los modos de las asociaciones. Lo espiritual vence siempre a lo material. Mozart agoniza. Miguel Ángel golpea con amor el mármol mientras crea la Piedad. Rilke también lloraba.

Nunca amarga el dolor si es verdadero. La naturaleza debe ser contemplada en el amor y el respeto, en la humildad más absoluta. Existe dios, no lo dudo. Pero el dios de Rilke, de Juan Ramón, de Mozart o de Miguel Ángel. El Dios de los hombres no merece consideración, no llega ni a la noble mentira.