martes, 12 de noviembre de 2013

La aporía




Saúl me acompañó al río Timavo una segunda vez. Era diciembre. Las nueve corrientes de Virgilio asomaron cerca de Monfalcone. Después pusimos rumbo a Aquilea. Los siniestros aguardaban en la orilla intentando engañar a algún visitante.

Todos los indolentes sonreían. Los siniestros no ríen, no pueden hacerlo.

Nunca amarga el dolor si falta el aire. Aquellos que reniegan de la ética serán juzgados por los sofistas. No debes llamar a las cosas de otra forma. El poder educativo de los poetas no logra convencer a los sensibles. La palabra, una palabra, sometidos a la histeriagrafía solo fluye la palabra.

Susana viajaba hacia Estambul y Ana nos aguardaba en el banco de san Clemente.

Vuelo, Saúl acompaña. El mercado de Sonora en México D.F. entregó las fotografías del confuso laberinto. Ahora lo observo desde la nube alejandrina. Recuerdos verdaderos, la piadosa asimilación de la realidad. El número 88, Sultán, la necesidad de las afirmaciones múltiples. Mi dios es la divinidad. Tu Dios es aporía.

Creo que será mejor marcharme lejos. Solo hay dos realidades: la humildad y el silencio en soledad.