Saúl me acompañó al río Timavo una segunda vez. Era diciembre. Las
nueve corrientes de Virgilio asomaron cerca de Monfalcone. Después pusimos
rumbo a Aquilea. Los siniestros aguardaban en la orilla intentando engañar a
algún visitante.
Todos los indolentes sonreían. Los siniestros no ríen, no pueden
hacerlo.
Nunca amarga el dolor si falta el aire. Aquellos que reniegan de la
ética serán juzgados por los sofistas. No debes llamar a las cosas de otra
forma. El poder educativo de los poetas no logra convencer a los sensibles. La
palabra, una palabra, sometidos a la histeriagrafía
solo fluye la palabra.
Susana viajaba hacia Estambul y Ana nos aguardaba en el banco de san
Clemente.
Vuelo, Saúl acompaña. El mercado de Sonora en México D.F. entregó las
fotografías del confuso laberinto.
Ahora lo observo desde la nube alejandrina. Recuerdos verdaderos, la piadosa
asimilación de la realidad. El número 88, Sultán, la necesidad de las
afirmaciones múltiples. Mi dios es la
divinidad. Tu Dios es aporía.
Creo que será mejor marcharme lejos. Solo hay dos realidades: la
humildad y el silencio en soledad.