NIEBLA, solo hay niebla. La
defensa del lector, en estos tiempos tristes, debe realizarse sin lugar a la
duda ni al sacrificio. Leer para aprender y nunca para acumular títulos. Leer
asimilando, viviendo la lectura como ese alrededor que nos sostiene.
Andan revueltos los poetas, ellos
provocan el triste tiempo de la melancolía, es el tránsito hacia la
desesperación.
Había un escritor que
comenzó citando a Cervantes, después pasó a Galdós y acabó con Juan Ramón
Jiménez. No aprendió nada. Leyó sin asimilar y acumuló los libros en una
biblioteca de la que se siente orgulloso. Ahora sigue escribiendo pero anda
perdido. Equivocando el camino de la verdad y la dicha con el pasaje de la
inutilidad que manifiesta.
La poesía es el misterio de
la conjura de Anito, la esencia esotérica de la magia ambulante. La poesía es
bajar y mantenerse abajo, sin subir, observando y contemplando con la antorcha la
única verdad que nunca estará arriba. La poesía es el diente de leche que sale
al niño a los pocos meses de su nacimiento, el dolor engañoso y la mano que se
lleva a la boca para suavizar la perseverancia. La poesía es ese libro que
vives y no lees con ojos de gacela, sino con colmillos de elefante.
La poesía es el encuentro
del hombre con la naturaleza y su filosofía. Y nunca será hombre, ni poeta.
Todo es uno y único, es el ars vivendi
de la concienciación.
La poesía es Platón, y Dante
y Petrarca, y Leopardi y Rilke y Hölderlin, y Pound y Juan Ramón, y Novalis y
Eliot. Leer para vivir y ser dejando de ser para poder seguir siendo. Como
Cervantes y la lucidez, y ese enemigo poeta que ahora anda revuelto y ni
comprende ni entiende. Pero ni falta que hace. ¡Es la purificación!
Aquí escarbando la tierra
húmeda con las manos para intentar bajar, pero me cuesta. Y lo digo, lo
reconozco. Mis manos andan cansadas y mi cabeza se encuentra en otras órbitas
mucho más mundanas y vulgares.
Ni se puede dialogar, ni se
puede vivir rodeado de aprendices de seres. ¡Qué putada! Mi tiempo siempre ha
sido el de las guirnaldas, el de las flores azules y el de las cantantes
chinas. Otro siglo desde luego.
Este tiempo que corre no es
el mío.