SABIENDO que te irás he
recogido las hojas de encina que ensucian la alfombra del hall y he
limpiado un poco el polvo. Es la purificación. La vuelta a la soledad implica
sacrificio.
No deseo comenzar de cero.
Las palabras del loquero en los
últimos días, aunque son esperanzadoras, confluyen en una visión engañosa. Se
ha vuelto a caer el mundo al suelo. Ha dejado de ser.
La sombra del ángel negro se
ha despedido para siempre. Estoy solo. Echaré de menos sus conversaciones y su
intento virtuoso de venderme libros de poesía. Llegó un día a casa, llamó a la
puerta y le abrí. Era diciembre. Desde entonces habita en mi interior.
Maldita purificación. Se
muestra sin razonamientos y acaba leyendo el Gorgias de Platón.
El funcionamiento de la
justicia se ejercita en la naturaleza, solo allí la poesía se convierte en
enseñanza. Es el orden posible.
La trayectoria del poeta
está regida por la verdad y la justicia. Pero eso ocurre exclusivamente cuando
dejas de ser, te sientes avergonzado y callas todo aquello que sabes, y debe
ser mucho. La complacencia de la purificación.
Salgo hasta el porche de la
entrada para despedir al ángel negro. Le ayudo a llevar a la nube los libros
de poesía que no ha conseguido vender. Me despido en un abrazo que se funde con
el olor a jazmín. Toco la nube para conocer la humedad de su alma, es la nube
que tiene forma de poema de versos alejandrinos. Es su nube. No es mi nube.