TRAS la tormenta que provoca
el diálogo llega la mansedumbre. Es la templanza de Platón: moderación, virtud,
cordura y sensatez. En el fondo sinceridad. Vuelve la niebla. Salgo de casa
rápido y comienzo a saltar las baldosas azules, aquellas que permanecen
descoloridas.
El poeta no consigue el
autodominio, haya llegado o no, permanece impasible al olor de su sombra, sin
adquisición, sin dominio personal, muere en las aceras por falta de alimento.
Los niños en cambio lloran por su ausencia.
Están de saldo las visitas
al paraíso. En el lote regalan tres reseñas, una crónica y dos lecturas donde
solo abonarán el desplazamiento. Allá van todos con sus dimensiones internas
para alimentar la vanagloria, el yomimeconmigo.
Son los mismos, ellos, los arbitrarios.
La vela de hoy, además de
consumirse, se deforma externamente. No presta atención al conocimiento
adquirido y la justicia se vuelve irracional.
El poeta de hoy es esbozo, una sombra que no autentifica
sus lecturas en la educación ni en el centro indudable.
El conocimiento de nosotros,
por encima del conocimiento de los otros, es un error, es la virtud errada de
Cicerón. Pero no impongan ahora la autoridad moral del ser si pretendo dejar de
ser poco a poco.
Lucha la inteligencia con la
templanza. Haz caso al conocimiento, mira que te vas a arrepentir, perderás tus
fuerzas y serás gilipollas, un poeta gilipollas. Los no poetas, los no sinceros
que decía aquel.