CERCA de la puerta de
entrada a casa hay una enredadera que está perdiendo el tono verde. En invierno
no le hace falta el agua y la lluvia le alimenta. En verano despunta con unas
flores naranjas y puntiagudas. Ahora, apenas sin hojas, tiene los troncos
secos. Habita en dos tiestos grandes, de barro antiguo. Los pequeños reptiles
se esconden en la espesura de su propio oficio.
La planta es como Fábula, es y no es al mismo tiempo.
Intenta dejar de ser para ser y nunca permanece.
Miro a A. Solo la luz carece
de relato. El sapo parlanchín ha vuelto de las sombras. Me han dado un poco de
tiempo y no he sabido aprovecharlo. Platón, nada más que Platón. Todos vuelven
a él para destapar el verde que se apaga. Hasta Lévi-Strauss. Miro a A.
El presente está en A. El
pasado no existe y todo el conocimiento se adquiere en este mundo sensible que
nos enseña la poesía. Al igual que la enredadera pervive en sufrimientos las
estaciones, no recordamos nada más de lo que vivimos, no existe nada más allá
del presente. Como A. el propio oficio es el espacio de los pequeños reptiles.
La poesía es presente. No
justifiques el conocimiento, lee, solo lee en silencio y soledad. Dentro de ti
habita una fábula infinita con olor a
tierra húmeda. Los gusanos te conducen al centro indudable. Los objetos y seres
reales se tocan como la planta de la entrada de casa. Imagino el verde pero no lo
pervivo, tengo que estar allí –como hago ahora- para satisfacer a las
costumbres.
El alma es el tronco seco,
los reptiles el conocimiento, y la poesía es el sentido de la vida.
La fuerza natural es el
sentido de la poesía, la poesía verdadera. Silencio y soledad. ¡Comenzamos a
ser sin ser uno mismo! ¡Sin pasado ni conocimiento adquirido previamente!