¿El maestro es el aprendiz o
es el creador? Se derrocha energía en la responsabilidad, una fuerza tan grande
que los indolentes deben adentrarse en el mar para purificarse. Y es que toda
creación provoca agotamiento. Saúl disimula su cansancio leyendo los últimos
versos de Parra que he recibido hoy.
Somos testigos todos los
días de la lucha entre Luzbel y el indolente número 5. Son implacables. El grado
de responsabilidad de ambos me entretiene. Cada uno de ellos lucha por un
interés diferente, son las afinidades.
Desde hace unos días no
aparecen los gatos. Los pájaros se marcharon de pronto y las nubes giran antes
de llegar a casa. Hay bellotas en el suelo, bellotas pequeñas y duras que el
viento tira de las ramas. Las hormigas corren improvisando un alimento para
pasar el invierno. Las arañas tejen doblemente para capturar sus presas sin
frío. Pero el huerto se apaga. Todo pierde el color.
Pensé que eran mudos y
resultaron indolentes. Estaba en Camarinal, junto a Atlanterra. Allí la
libertad se apoya en la verdad y la virtud. El naipe que saca Belcebú en su
partida de cartas con el indolente número 5 también es subterráneo. El rey de
trébol. Un trébol de tres hojas, sin mérito ni capacidad. Negro. Trébol negro.
Vuelan los insectos.
Revolotean por todo aquello que posea humedad y desasosiego. ¿Aprendices? ¿Maestros?
Platón admira a las coristas.
Quédate. No marches sin
descifrar las líneas de las manos. ¿Te has cansado? Piensa que eres un aprendiz
sin espacio. Sin malgastar el tiempo mueres.