Vuelvo a dejar caer las
colillas encendidas en el cenicero amarillo. Recordaba el chasquido pero
siempre por encima de la propia verdad. La analogía entre el cigarro y el humo
es el principio del bien, su justificación.
Los poetas de ahora son
verbo, escriben poesía asexuada, son ininteligibles.
La palabra, ¿dónde está la
palabra? Busco en el cenicero entre las colillas, en el agua ya sucia de ceniza
y de restos. La justicia es vergüenza, la educación una mera instrucción que
alguien maneja a su antojo.
Observo las nubes. Mojo los
pies en el agua del mar. Respiro entre el límite y la movilidad. Se cimbrean
los cimientos de una sociedad fabricada a golpes por unas estirpes imperfectas.
Mauricio sigue enviando
pistas, a veces resultan camuflajes. Busco la estabilidad del verso y encuentro
solo distancia, la misma que separa a Saúl de sus iguales.
Miraba las piedras del
suelo. Eran confusas, eran opuestas. Estaban todas. ¿Imagen o realidad? La duda
interroga la belleza.
Todo está delante de
nuestros ojos pero no lo observamos: Duino, Trieste, Roma, México D.F., Mozart,
Rilke, Camus, el río Timavo, Aquilea, Venecia, Estambul, Garcilaso. Libre de la tormenta.