Hoy han pasado de largo los
pájaros. No han bajado la cabeza para observar las verdes bellotas del suelo.
He recordado a Ovidio y a Platón. Aquello que no es podrá llegar al caos, pero
nunca al sistema.
Inventaron un sistema para
amamantar mutuamente a sus semejantes. Y lo cerraron. No permiten ni cambios ni
energías. La vida es una farsa, una comedia grotesca, una tramoya.
Piso las bellotas. Su
crujido salpica las losas y atrae a las hormigas. Saco con la mano un sapo que
ha caído al pilón. Acaricio su piel suave. El sistema es una desorganización.
Si aparece la luz bajo la
persiana. Si el amor llama a la puerta echo el pestillo. Si el cariño, el calor
o la bondad se plantan delante, me doy la vuelta. Todo queda en nada pues nada
es suficiente.
Bebo agua. Agua fresca. La
música termina sin descubrir los matices aunque vuelvo a reproducir las pistas.
Busco a Saúl, al indolente
número 13. No están. Han dejado de ser. Paseo por el césped con el cigarro.
Miro los pájaros que vuelan en lo alto, junto a las nubes, y que no paran en
casa para descansar. Limpio las casitas verdes y las blancas de las encinas.
Introduzco un poco de alimento en cada una de ellas. No bajan. Vuelan.
Esta noche he dormido bien.
Me levanté a las seis y salí a pasear con el bastón. Los gatos iban delante, a
una distancia prudente. Miraban para atrás pero no hacían otra cosa.