Acariciar el
tiempo
Dejé
de sorprenderme mientras acariciaba
con
dulzura la soledad del tiempo.
¿Somos?
¿Hemos sido alguna vez?
Viene
la muerte con su plante extremo,
nos
toma de la mano y es calor,
calor
improvisado, calor de mediodía.
Refleja
el laberinto una luz en el rostro:
tu
mirada y el cielo.
(Este poema inédito aparece en el número 18 de la revista Piedra del molino)