El auténtico estado natural es el estado de la humildad. Sin silencio
ni soledad no existe la verdad. Y el caos es la única armonía pura y posible.
El ser humano precisa de la protección del caos, que es la mansedumbre del
conocimiento. Todo cuanto sabemos es mentira, por eso no conocemos nada con
verosimilitud.
El acercamiento es un estado de gracia, como una implicación que
provoca equilibrio entre nuestro gato y nuestro gorrión. Cuerpo y alma perviven
en la falsedad de su existencia.
El indolente número 222 es la irrealidad. Proclama pero precisa. Acude
pero altera. Habla pero guarda silencio.
Y así pasan los días, entre el calor del mes de diciembre y la
oscuridad de las noches de verano. Con la sorpresa del acercamiento.
Cierro la puerta con llave para olvidar y abro el corazón para
reconocer. Amo a los indolentes. Odio a los siniestros en demasía. No soporto
el dolor que me visita. Es un dolor inmenso, como una aparición a mediodía.