sábado, 20 de julio de 2013

Permanecer




Los gatos siguen en la puerta. A veces se asoman por el cristal del porche y comprueban que permanezco leyendo a Dante. Hace frío. Me asalta la duda y la verosimilitud. Todos los indolentes son iguales, aunque difieran por una información numérica que los perjudica.

El número es una impronta de la estirpe. Son quinientos. Ha comenzado a llover. La humedad entra en casa, los gatos están fuera. No se inmutan.

Llamo a los rabilargos. Se acerca el incidente. Vuelan bajo y los gatos no hacen nada por comerlos. Todos al fin y al cabo permanecen.

La diferencia entre conocimiento e interpretación es una duda muy grande. Abro la ventana para respirar la humedad. La realidad es el sueño que no puede cambiarse. Viajo hacia la luz. El agua es alimento, el fuego desperdicio, sinrazón, crítica pública.

Tomo un poco de infierno y hablo con los indolentes, con la mente de los indolentes. Bebo agua, toco el agua, salpico de agua toda la casa. Los gatos se asoman de nuevo por el cristal. No hay reflejos. Delante de ellos el gato negro, el menudo gato negro y siniestro.

Llega el acontecimiento. Lo presiento. Escribo a todos los amigos para dejar constancia. Me despido de ellos.

Desde hace unas semanas observo el mundo y la vida con otros ojos, con ojos de indolente. Agradezco y deseo. Sonrío y soy feliz. Permanezco.