La puerta de casa está repleta de gatos. Uno negro se levanta cuando
me ve y se acerca para pasar la cola por mi pierna. Siento un escalofrío. Los
otros gatos huyen, desaparecen.
Nunca debes llamar a una cosa con dos nombres diferentes, aunque
exista la duda. Ni siquiera en la interpretación. La duda es un modo de
conocimiento que se encuentra encerrado en un círculo grande y transparente.
Desde fuera observamos la duda con clara nitidez, la duda y su reflejo.
La duda nunca saldrá del círculo. Si lo hiciera dejaría de ser duda
para convertirse en verosimilitud. Y ya hemos comenzado a denominarla de otro
modo erróneo que nunca será el suyo.
Los indolentes no dudan. Ni los gatos. Ellos habitan en la plenitud, y
allí no existe la duda. No se observa el círculo ni la imagen bella que es la retórica.
Vuelven los gatos con un topo. Lo han cazado en la zona del romero. Se
alimentan. Ellos no dudan nunca porque controlan el dominio de sí, la
transparencia.