domingo, 7 de julio de 2013

Los insignificantes



Los indolentes piden disculpas cada vez que leen poesía. Lo hacen con la inmortalidad del aborrecimiento. Como hacía Baudelaire cuando alguien le reconocía con fiestas y agasajos. Cada día agradan mucho más los inocentes. Transmiten esa paz que es soledad y silencio, castidad, pequeñez, aislamiento.

La energía es intensidad, y a los indolentes los denomino inocentes. Es la insensibilidad del mar, la naturaleza encantadora del faro Camarinal, un estudio de la belleza que anoto en los cuadernos marrones con tinta solitaria.

Me siento en la terraza y un aroma miserable y literario recorre el porche. Luzbel se asoma a la cancela pero Saúl es un arma arrojadiza y expulsa a la repugnancia. La dama blanca, la gran dama blanca es el misterio de la voz, la falsa diosa, la música irreversible.

Sobre la mesa observo la caja de lata. El regalo. El secreto de las pobres mentes. Grito para intentar su apertura y consigo que se apague el cigarro y se derrita el hielo. Sopla un viento caliente, hay levante.

La cortesía es maltrato. Es falsedad. Tomo la carpeta de gomillas azules y leo el contrato que firmé antes de llegar a este mundo. Todo está escrito porque todo es mentira. Nada es lo que parece ser. La destrucción futura es el presente. Se expresa con propiedad el lenguaje en sus limitaciones.

Kafka escribió a su padre con miedo. Nunca respondió las consultas de magnitud. Kafka y Baudelaire agradecieron su vida, el alimento, pero no proporcionaron un acercamiento. El templo permanecía cerrado, como el faro en esta noche de sopor.

Las últimas páginas del contrato me hacen temblar. Toco el óleo del cuadro que representa una cancela abierta, los trazos de Neville, las sombras de Cobián.

La paloma se ha posado en la mano izquierda de la dama. Aquella que sujeta con la mano derecha la pierna. Otras palomas comen en el suelo. La luz de la farola se enciende y se apaga, como el faro.

No me gusta Apartamiento de Juan Ramón Jiménez. Es un libro forzado. Un libro que se enciende y se apaga. Hay ausencia de espacio, de vida, de tiempo.

Nunca hay reprobación en los textos de Platón. Él pidió disculpas.