El día que el indolente
número 1 llamó a la puerta a las dos de mañana sentí miedo. Era pavor, desilusión,
angustia. Sin su visita el incidente se habría producido aunque su presencia
aclaró muchas dudas. Es el misterio lo que alimenta al hombre, el cosmos, el
espacio, el tiempo, el desasosiego.
Procedió a saludar, estrechó
las manos, como quien ama a veces, y comenzó un largo discurso mental que
respetaba y seguía.
El indolente número 1 solo
leía a Rilke y a Joyce. Subrayaba expresiones y misterios, pistas de
aprendizaje que el acontecimiento no era capaz de desvelar.
Y entre tanta verdad aparece
la mentira, la vulgaridad del ser humano que imita y utiliza la palabra como un
simple instrumento. La palabra no existe, la palabra es mentira si la utiliza
el hombre, ya que el hombre es el símbolo de las cosas humanas y condenó a
Sócrates. El hombre y el tiempo se funden en el interés.
Ignorancia, solo sé la
confusión, la incertidumbre, el desconcierto. Silencio y soledad más patentes
que nunca y la lectura en el aprendizaje. La verdadera lectura del
lector-aprendiz.
El indolente número 1 poseía
la figura externa de Juanjo, pero la mente del exterior más lejano.
Aquellos que piensen en la
literatura como forma de vida no habitan este universo, tal vez en otro que no
existe. Porque todo es mentira, la palabra es mentira y la verdad su símbolo.